Relatos, reflexiones, artículos de opinión, citas, imágenes que valen más que mil palabras, palabras que valen más que mil imágenes, música y músicos, películas, libros... Todo lo que me gusta compartir. Desde este Rincón a vuestros rincones.
Soy alguien hoy lo suficientemente enferma como para no ir a trabajar y lo suficientemente sana como para crearme un blog.
Además escribo, a veces más de la cuenta y siempre menos de lo que me gustaría. Preferentemente frente a una ventana soleada, con la esperanza de cazar la luz y dejarla en las palabras, aunque las buenas palabras siempre tienen luz propia.
En el largo silencio de esta noche sólo el rumor opaco de la lluvia, pasajera de mayo. No llega el sueño: la luz de la ciudad dormida puebla con sus haces brillantes las paredes. Noche en que la memoria tiende su fraudulenta red mientras, insomne, se apacigua el pasado en mi cabeza. La amargura de ayer llenó de sombras el equipaje extenso del recuerdo. Allí quedaron, en su penumbra gris, oscurecidos, los rastros del amor: tanta dulzura oculta como el cielo sobre un bosque tupido en los umbrales del otoño. Fui viajera en el alba de mi vida, anduve desterrada, eché de menos la cálida caricia de las voces. No pudo la costumbre, los años transcurridos no supieron asimilar jamás la lejanía y así aprendí lo larga que es la ausencia. De tanto tiempo lejos ya no queda apenas más memoria que el regreso y una conciencia intacta que proyecta también en el presente su nostalgia. Si algo sé de la vida es cuánto tarda el sueño en despertar o cuántas veces encallan los anhelos en la arena y cómo el tiempo se ocupa asiduamente del olvido.
Pero hay noches insomnes cada tantas lunas, transidas de murmullos, del rumor de la lluvia. A veces el zumbido lejano de algún coche, ruido de llaves desde los portales, noctámbulos vecinos que regresan con cada madrugada a sus hogares. El sueño se me niega y la vigilia desata la memoria. Su fraudulenta red traspasa la penumbra mientras en mi cabeza el tiempo se desanda: de vuelta del viaje hacia el olvido sólo queda el pasado apaciguado, el hábito del sueño, la íntima reticencia a ahuyentar el recuerdo y una lección vital: en todos los caminos se cruzan las ausencias.
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