BLOG DE ADA VALERO
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viernes, 29 de enero de 2010

RETRATO FANTÁSTICO DEL PARÉNTESIS

He conocido a muchos paréntesis a lo largo de mi vida. Son personajes curiosos. Llama la atención su natural tendencia a la vida en pareja, y qué decir de su modélio, inquebrantable sentido de la lealtad: no importa lo alejados que estén uno de otro, jamás se pierden de vista; se miran de frente, derecho a los ojos, como la gente honrada; nunca verás que un paréntesis le dé la espalda a su compañero.

Últimamente, sin embargo, andan un poco revueltos, enzarzados en enfrentamientos que traen de cabeza a los filólogos. La reciente creación de un Ministerio de Igualdad ha destapado agravios largamente arrastrados: los paréntesis de la derecha se sienten discriminados y han publicado un feroz manifiesto reclamando su derecho a situarse a la izquierda, en la tierra de las inauguraciones, donde habitan la sorpresa y la chispa sabrosa de lo inminente. También es cierto que entre sus filas los hay inmovilistas, celosos guardianes de la tradición deseosos de que se revalorice su labor de clausura: sobre el papel, cancelan a menudo lo irrelevante, impiden que se alargue lo superfluo y les cierran el paso a digresiones que sin ellos serían interminables. Trasladados a la vida, ponen fin a períodos de vacas flacas y convierten en pasajeras las desgracias. Pero sus detractores los acusan de presentar una interpretación sesgada de la realidad, pues, según ellos, desde la derecha también cancelan los períodos de vacas gordas y convierten en efímeras las alegrías.

Sobra decir que el debate va para largo y ya acapara titulares en los telediarios y en la prensa.

Mi interés por estos menudos personajes nace de una antigua idea que los años han convertido en convicción: la vida buena alienta sobre todo en los paréntesis, allí donde se interrumpen las servidumbres cotidianas y se inaugura el reino de los placeres hasta entonces postergados: entre paréntesis, los amores son eternos y el verano se prolonga indefinidamente, los viajes continúan y se multiplican las páginas de un buen libro; los despertadores permanecen mudos, las letras no vencen.

Entre paréntesis, los días se transforman, dando paso a sorpresas que abren nuevos caminos, paréntesis nuevos.

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